El dolor es inevitable pero el sufrimiento es opcional. Buda.
Es curioso lo fácil que resulta hablar acerca de lo desconocido, y lo que cuesta hacerlo sobre lo que sí se conoce. Sobre el miedo y el dolor oculto que provocan las emociones más sinceras y oscuras de nuestras vidas, y que habita en el seno de las familias; en esos miembros profundamente marcados por las decisiones de otra persona.
Podría escribir sobre casi cualquier cosa; como voluntaria de la asociación que soy, podría enseñar a los usuarios de APAEX a hacer casi cualquier cosa: bailes latinos, arte, ciencias, control de las tecnologías… pero no podría jamás hablarles del daño que provocan sus actos a las personas que les rodean. De una parte, porque ellos ya lo conocen muy bien, ya se han sentido lo suficientemente culpables, y lo que es más importante; ya tomaron en su día la decisión de cambiar su presente, su futuro, y con ello el de la gente que les rodea. Así que no sería en absoluto justo para ellos. De otra parte, porque es un sentimiento que conozco tan bien, que no sabría detallarlo sin que quedara escasa mi descripción.
Nos acostumbramos a hablar por hablar, a decir palabras que no expresan nada, y a la hora de la verdad, no sabemos comunicar aquello que conocemos: el dolor.
Así que, no sé si escribiré correctamente un artículo en relación a las familias que rodean al adicto, porque el dolor no me deja volcar las emociones en un texto, al menos no en uno políticamente correcto. No podría expresar la impotencia que siento por no poder hacer nada mientras veo a un ser querido eligiendo destrozar su vida, en lugar de salvarla. Ni relatar las mil discusiones provocadas por la adicción, que rodean mi infancia, mi juventud e, inevitablemente –casi por contagio-, mi personalidad. Ni describir las consecuencias de esa mala decisión, ya no sólo para el adicto –el cual las sufrió lo suficiente durante sus enfermedades, la mental y la física-, sino también para aquellos que continuamos en este mundo tratando de disimular que él ya no está y que la vida volverá a ser igual. Para los que tratamos de no culparle por sus malas decisiones y amarle por las buenas, que sí las hizo. Recordarle, yo prefiero hacerlo por ambas. Nunca he sido partidaria de eliminar una faceta de su vida tras la muerte del ser querido, porque sus defectos pasados fueron los que de una manera u otra le llevaron a ser el padre que fue conmigo, y que no cambiaría por nada.
Quién sabe, quizás yo forme parte de APAEX, como el reflejo de lo que se supone que tuvo que haber hecho mi padre en su momento, o como la prolongación de él mismo que genéticamente soy. Sea como fuere, si bien mi padre no pudo salvar la situación, me gusta pensar que eso ha provocado que yo sí pueda colaborar en que otros salven la suya.
Afortunadamente, los miembros de APAEX, decidieron luchar por su futuro, y no es este el relato que yo debo contarles como voluntaria. Ellos están aquí por una razón, por esa fuerza que les caracteriza aunque a menudo duden de ella, pero que permanecerá en ellos con el apoyo y la ayuda necesarios. Por eso éste no es un artículo dedicado a ellos, es un artículo dedicado a los que aún dudan, no de sí mismos (quién no duda de uno mismo siempre en las peores circunstancias), sino de lo que una asociación como esta puede hacer por ellos y por todos los que le rodean.