Las XXXII Jornadas Locales de APAEX Elche este año han tenido como marco la familia respecto del adicto, un tema interesante y poco tocado por lo general. Varios profesionales en distintos ámbitos han participado en la jornadas, mostrando su opinión y trabajo al respecto. Además, las jornadas han contado con un marco de apoyo institucional importante.

Primera ponencia “La familia en la prevención de la adicción”

El día cuatro de noviembre, viernes por a mañana, tuvo lugar la primera charla sobre la familia, por parte de Daniel Lloret, investigador del INID (Instituto para la Investigación de la Drogodependencia) de la UMH. La charla, titulada “La familia en la prevención de la adicción” sirvió en parte como introducción al resto de charlas.

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Daniel Lloret en su charla.

Lloret se centró en el “ejemplo” que dan los padres a los hijos, haciendo hincapié en las llamadas “neuronas espejo”. Las neuronas espejo son un tipo de neuronas que reaccionan ante estímulos externos imitando el estímulo al menos a nivel neuronal. Para explicarlo, puso un ejemplo a los asistentes. En la universidad de Parma se realizó un experimento con un mono. El objetivo era localizar las neuronas que controlaban el movimiento de pinzado de los dedos, así que daban cacahuetes mientras dejaron un cable en el cerebro del simio. Cada vez que cogía un cacahuete, se activaba la neurona. Luego, durante el descanso, los investigadores se tomaron un café con cacahuetes. Observaron que cada vez que ellos cogían un cachauete, se activaba la neurona de pinzamiento en el cerebro del mono, ya que éste podía observarlos. La explicación científica al por qué de este reflejo, según Lloret, es que es más seguro “hacer lo que hace el otro” y esta es la forma fisiológica de ayudar a ese reflejo. De la misma forma, si un niño observa a su padre ciertos comportamiento, de una manera u otra los acabará copiando.

Precisamente, para evitar estos malos hábitos que pueden surgir de manera casi inconsciente por parte de los padre, Lloret propone varios aspectos a tener en cuenta. En primer lugar, la disciplina. En un estudio anterior en el que se comprobaba la relación entre videojuegos y fracaso escolar, Lloret y otros estudiosos observaron un dato curioso: el consumo de videojuegos mantenía la misma alta proporción entre los niños a los que sus padres no mantenían control sobre lo que jugaban y los niños a los que sus padres los controlaban “de vez en cuando” o “a veces”. Sin embargo, los niños que eran controlados con cierta disciplina fuerte para jugar sólo a determinadas horas y momentos permitido por los padres, mantenían una proporción de consumo mucho más baja y no solían consumir videojuegos inapropiados para su edad. Según Lloret, esto viene a decir que la única disciplina que funciona es la que se cumple siempre, si es “en ocasiones”, no funcionará. Básicamente hay que crear unas normas en casa que funcionen para todos.

Otro elemento importante que hay que tener en cuenta es el afecto. El afecto, según Lloret es “el aire de los niños”. El afecto debe ser sin negociación ni condición. No mostrar afecto o jugar con el afecto (“Si no te comes esto, papá no te querrá”) puede tener importantes consecuencias negativas en el futuro desarrollo de la relaciones interpersonales.

Un elemento crucial es el estilo educativo de la familia, donde es crucial la resolución de conflictos parentales y conyugales. Aunque muchos padres creen que las peleas conyugales sólo son algo entre la pareja esto no es así, no tanto por lo que los niños vean, sino porque la familia deja de funcionar de una manera estable hasta que se soluciona el conflicto y los niños necesitan unos roles definidos dentro de la familia. Los estudios, de hecho, han demostrado que la relación entre conflictos familiares y consumo de drogas es “moderada”, pero bastante superior a los individuos que no consumen.

Un factor que no se dejará de insistir nunca en su importancia es la comunicación. La comunicación es necesaria para crear un buen clima familiar y la creación de afecto. Sin embargo, esta comunicación no significa que haya que hablar con el resto de miembros de la familia necesariamente, sino mantener una vida en común. Un estudio indicaba que las familias que solían cenar juntas tenían menos probabilidades de tener un adicto entre sus filas. Dentro de esa comunicación son importantes las normas y los roles en la familia. Una familia sin unas normas definidas (como comer a ciertas horas, limpiar cierto día de la semana, incluso ver cierto programa de televisión a cierta hora) es más probable que genere comportamiento problemáticos en el futuro. Igualmente, los roles de cada miembro de la familia deben estar definidos. Los roles ambiguos suelen generar problemas graves en los hijos que pueden acabar con su crecimiento emocional y conductual adecuado.

Segunda ponencia “La mediación como instrumento de prevención y apoyo en adicciones”

En la sesión de la tarde, tras un descanso para comer, se realizó la segunda ponencia de manos de Mª Teresa del Río Sánchez, trabajadora social, y Encarnación Rodríguez Tomás, educadora social, ambas miembros de Educare social, asociación dedicada a la búsqueda de la paz social. La ponencia, titulada “La mediación como instrumento de prevención y apoyo en adicciones” busca explicar y aplicar los métodos de la llamada “mediación comunitaria”.

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Encarnación Rodríguez (izquierda) y Mª Teresa del río (derecha) en su ponencia.

Según las ponentes, la mediación comunitaria busca “hacer un vacío entre el pasado y el presente que puede llenarse de cosas positivas”. El objetivo de la mediación comunitaria es la resolución de conflictos a través de conductas positivas.

Existen dos escuelas de esta disciplina: aquella que sólo busca resolver los problemas y aquella que, además de resolver el problema, busca mejorar las relaciones entre las dos partes.

Un conflicto es una diferencia de necesidades, opiniones, creencias. La mediación busca crear un espacio entre las dos partes que, aunque no puedan ponerse de acuerdo, sí puedan sacar beneficio ambas de ese espacio de comunicación. La mediación ve el conflicto como una oportunidad. A veces el conflicto es irresoluble pero, en casos de conflictos familiares, puede conseguirse, por ejemplo, que no se pierda contacto familiar buscando una forma de ignorar o suavizar el conflicto.

La mediación debe darse en un espacio protegido, seguro y confidencial, donde pueda pararse la mediación sin peligro si hay elementos que pueden escalar. El proceso exige voluntariedad de las partes, no se puede obligar a nadie a venir. El mediador, por otro lado, debe ser completamente neutral y no debe ser influenciado or ninguna de las partes, incluso cuando las partes intentan llevarlo “para su lado”. El mediador debe intentar crear un punto de entendimiento donde puedan llegar a un acuerdo, aunque sea de mínimos. El mediador siempre es neutral, da igual su opinión, debe buscar siempre el equilibrio entre las partes, el beneficio mutuo.

El sistema consiste en “olvidar y empezar de cero”, no importa lo grave del problema o quién pueda o no tener la culpa. Los reproches y culpas, de hecho, se intentan evitar en el espacio de mediación. Todo elemento en la mediación debe ser cooperativo y positivo. Se intenta transformar la pelea en diálogo, cambiar el “éste es un imbécil” por el “él me hizo daño”, que es más constructivo.

Una de las normas de la mediación es separar a las personas del problema a mediar, es decir, “duro con el problema, suave con las personas”. Nunca se debe culpabilizar a nadie, sólo se debe solucionar el problema eliminando juicios. Nunca se debe tampoco utilizar elementos negativos, sólo positivos, de crecimiento.

En las adicciones, la mediación puede ser una herramienta para reunir al adicto con su familia y, una vez que éste está rehabilitado, se puede intentar solucionar los conflictos que en el pasado el adicto tuvo con su familia y llegar a un entendimiento mutuo.

Educare Social está desarrollando ahora mismo un proyecto piloto con APAEX Elche para la utilización de la mediación en casos de adicción. Según ambas ponentes, la mediación puede usarse tanto para prevenir como para dar apoyo tras la desintoxicación.

Tercera ponencia “Apego, regulación emocional y adicciones”

La tercera ponencia, realizada por la Dra Mónica Gázquez Pertusa (doctorada en psicología, directora de Mindic Psicología y Salud y profesora de la UMH), titulada “Apego, regulación emocional y adicciones” pone hincapié en los trastornos del afecto en el ámbito familiar, especialmente durante la infancia, que puede hacer que una persona caiga con más probabilidad en el abismo de la adicción.

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Mónica Gázquez en su intervención.

Empezó poniendo el caso de un alcohólico típico que ella trató: lo tenía todo en la vida, acababan de ascenderle en el trabajo, sin embargo descubrió dos cosa: apenas tenía relaciones fuera del trabajo y aunque afirmó que su familia era cariñosa, era incapaz de recordar un solo ejemplo de ese cariño.

Aquí entra la teoría del apego, que según la Dra Gázquez es crucial para que una persona lleve una vida equilibrada y estable. Según esta teoría, la necesidad de apego está regulada biológicamente. El pequeño adquiere una unión afectiva y estable con las peronas que le cuidan y en una edad tan temprana como los 9 meses, comienza a mostrar conductas de apego, entre las que se encuentrar el uso de las figuras de apego (llorar cuando tiene hambre o quiere atención, etc). Si las figuras de apego, generalmente los padres, hacen caso de las señales del niño, se generará una sensación de tranquilidad y seguridad en el niño. Si no hacen caso, se generará una hiperactivación, es decir, comenzará a hacer gestos y ruidos buscando llamar la atención. En otros casos, se generará una hipoactivación, que en este caso es todo lo contrario, quedándose callado y pasivo.

Si las figuras de apego hacen caso del niño de forma regular y continuada, se generará un “apego seguro” en la familia, que generará tranquilidad. Si de forma reiterada no se hace caso del niño, se generará un “apego inseguro” que generará con el tiempo hostilidad. El apego seguro ayuda al niño a aprender a regular sus emociones, mientras que el inseguro las exacerba hiperactivándolas o hipoactivándolas.

Cuando el apego es inseguro, pueden aparecer tres subtipos de conducta en el adulto: el apego desorganizado, el organizado evitativo y el organizado ambivalente.

En el apego desorganizado, el individuo tiende a pensar que hay algo erróneo en él y nota la figura de afecto aleatoria: a veces parece acercarse y mostrarle afecto y otras alejarse. En el caso del apego evitativo, el individuo tiende a una excesiva racionalización (el llamado “desierto emocional”) y necesita crear una autoconfianza basada en sus aportaciones (no me merezco nada, sólo valgo lo que soy capaz de hacer). Este apego tiene mucho que ver con el comportamiento hipoactivo. En el caso final del apego ambivalente, se generan comportamientos imprevisibles e incoherentes, son excesivamente emocionales y “pegajosos con los demás” (sólo si hago ruido me hacen caso, aunque no sea la atención que necesito).

También existe otra clasificación de apego, la llamada “bidimensional” de Bartholomew y Horowitz, en la que la clasificación del modelo de apego viene dada por la relación entre el modelo positivo o negativo de uno mismo y el modelo positivo o negativo de los demás, encontrándose cuatro tipos de apego: el seguro (modelo positivo de una mismo y de los demás), el rechazante (modelo positivo de uno mismo, pero negtivo de los demás, el preocupado (modelo negativo de uno mismo y positivo de los demás) y el temeroso (negativo de ambos).

Básicamente, los apegos inseguros, sean de la forma que sean, aumentan el riesgo de caer en adicciones de cualquier tipo, pues esa adicción cubre el agujero afectivo que les falta de alguna manera. Por ejemplo, los apegos ambivalentes y preocupados tienden a caer en la adicción a las drogas con facilidad, mientras que los evitativos y los temerosos tienden a caer en las adicciones relacionadas con las tecnologías.

En el caso de los “preocupados”, como buscan hacer ruido para llamar la atención, el consumo sirve para completar las relaciones con los demás, llamando la atención del resto debido a su actividad y además el efecto de la droga atempera sus excesos emocionales. En el caso de los “temerosos” su encierro con los elementos tecnológicos y su falta de relación con el exterior genera una acumulación de tensión que puede estallar en cualquier momento, elemento que ha visto la Dra Gázquez con frecuencia en la consulta.

Según Gázquez, la terapia debe ir encaminada a convertir al terapeuta en la figura de atención que le falta al adicto para así atemperar sus actitudes y hacer más sencillo el abandono de la droga.

La Dra Gázquez añade que un apego adecuado, tanto en el ámbito familiar como en la consulta, no pasa por ser permisivo y llevar el estandarte de “paz y amor”, sino que también impone límites, en ocasiones severos. El correcto crecimiento del apego no es solo tratar cariñosamente al niño, sino educarle en unos límites sociales para atemperar el carácter. La falta de imposición de límites puede ocasionar igualmente desequilibrios emocionales relacionados con el apego igual de fatales que la falta de permisividad.

Cuarta ponencia “Detección y consecuencias de una adicción en la familia”

La siguiente ponencia, expuesta por Álvaro Botella Guijarro, psicólogo de la fundación AEPA, y titulada “Detección y consecuencias de ua adicción en a familia” se centró no tanto en el efecto de la familia en el adicto, sino el efecto del adicto en la familia.

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Álvaro Botella en su ponencia.

Según Guijarro, el adicto es “como un elefante en la sala de estar”: es grande, molesto, incordia y no se habla mucho de él, pero igualmente no se puede sacar de ahí. La situación familiar respecto al adicto pasa por varios estadios:

-Negación del problema.

-Intento de eliminar el problema.

-Desorganización familiar.

-Intento de reorganización.

-Intento de escapar del problema.

-Escape real del problema.

-Reorganización tras el tratamiento.

Según Guijarro, se puede reconocer a una familia con alguno o varios miembros con problemas de adicción por algunos elementos, como la desorganización familiar y el ambiente caótico en el hogar, donde nadie tiene la responsabilidad de nada o bien la responsabilidad cae en las personas indebidas. La negligencia en las funciones parentales suele ser otro signo de responsabilidad indebida. Es frecuente que si uno de los progenitores es el adicto, el otro progenitor dedique su esfuerzo y responsabilidad en el adicto. También ocurre que si el adicto es un hijo, los padres centren toda su atención en ése hijo, ignorando al resto (o viceversa).

Suele existir también poca comunicación entre los miembros de la familia. No sólo que no se hablan, sino que las cosas que se comentan carecen de importancia o bien resultan estresantes o conflictivas.

También es frecuente la negación del problema, generalmente de puertas afuera, pero en ocasiones la negación existe en el propio seno familiar. Incluso puede haber negacion en problemas de violencia debidos, sobre todo, a la cocaína y el alcohol (es poco conocido el efecto violento que en muchas personas produce la cocaína). Además de la violencia, es un signo de adicción una gran cantidad de acontecimientos vitales estresantes en la familia.

Finalmente, el último signo que nos puede indicar la existencia de adictos en una familia es la separación o el divorcio e incluso las muertes prematuras (debido al abuso de sustancias, suicidios, etc) que van desintegrando el núcleo familiar.

Una vez que la familia (porque suele ser toda la familia la que se “moja”) decide atacar el problema y comenzar el tratamiento junto con el miembro adicto, pueden ocurrir ciertos elemetos inesperados que pueden romper una familia (o una relación sentimental). Dos casos muy comunes que ha experimentado Guijarro en su consulta son el de los padres “sobreprotectores” y el de la “novia tonta”. En el caso de los “sobreprotectores”, los padres sólo viven para que su hijo se recupere de su adicción. Una vez que la adicción ha sido tratada y el hijo se ha recuperado, descubren que el motivo de su vida ha desaparecido (luchar por la salud de su hijo) y pese a que todo ha salido bien, se divorcian. En el caso de la “novia tonta”, ésta tiene que soportar todos los problemas de su pareja y se vuelca con todas sus fuerzas para ayudar a salir a su novio de la adicción. Incluso aguanta sus recaídas y sus malos días. Sin embargo, una vez el novio se ha recuperado, descubre que hay “otras mujeres en el mundo” y abandona a la novia que ha estado cuidando de él todo ete tiempo.

Según las estadísticas, alrededor de cinco personas en el ámbito familiar acaban afectadas por el adicto, generando un alto grado de malestar y conflicto que empeora la salud, incluso gravemente (en muchos casos no sólo la familia, sino también los amigos). Algunas de las afecciones y enfermedades más comunes en familiares con problemas de adicción son: depresiones, dolores somáticos, baja autoestima, ansiedad, ira, miedo al peligro, desesperación y culpa. Es bastante común que todos estos problemas aparezcan en niños. Los adultos suelen creer que los niños no se enteran del problema de sus padres, pero son conscientes y les afecta de igual modo. En un caso concreto que trató Guijarro, en una familia con una madre alcohólica, los padres afirmaban que la nia no sabía nada. Cuando el psicólogo preguntó directamente a la niña en privado sobre “por qué creía que toda la famila estaba en ese centro”, la niña respondió “porque mi mamá bebe”.

El caso de los niños es muy particular y estresante para ellos, además de peligroso. Se ha demostrado un alto factor de riesgo hereditario, especialmente en el alcoholismo, por lo que deben ser tratados adecuadamente para evitar problemas futuros. Un elemento muy interesante del comportamiento de los niños en el alcoholismo es que en un porcentaje mayoritario los niños están a favor del progenitor alcohólico y adquieren cierta hostilidad hacia el progenitor no alcohólico. Esto suele ocurrir porque ven al progenitor no alcohólico gritar y discutir con el alcohólico, de tal forma que incluso llegar a culpar al progenitor no alcohólico de los problema del otro progenitor. Parte del tratamiento a los niños no sólo pasa porque tengan que entender al progenitor alcohólico, sino al otro progenitor, pues si no se hace patente ése “entendimiento” puede dar lugar a conflictos una vez se llegue a la adultez.

Quinta ponencia “Enfoque sistémico en la prevención y el trabajo de las familias con adicción”

En la siguiente ponencia, titulada “enfoque sistémico en la prevención y el trabajo de las familias con adicción”, Juan Ignacio Sainz, psicólogo, terapeuta y mediador familiar en el Instituto Alicantino de la Familia, nos habla del modelo sistémico aplicado a una familia con algún problema de adicción.

El modelo sistémico afirma la importancia del medio en un individuo o grupo de individuos, con ese medio formando un sistema que es en sí mismo un contexto determinado. Cada contexto determina las relaciones entre los miembros. Por ejemplo, existiría el contexto familiar, el vecinal, el local, etc, cada uno de ellos formando un sistema propio con sus propias reglas y matices.

Todo sistema tiene unas propiedades, que son:

-Totalidad (en ése sistema hay unos integrantes y no puede haber más a priori, además está enmarcado en una situación y contexto determinado).

-Causalidad (toda acción tiene efecto en el resto de miembros del sistema).

-Regla de relación (similar a la anterior, todos los miembros del sistema deben estar relacionados de alguna manera).

-Ordenación jerárquica (todos los miembros del sistema tienen un rol determinado).

-Equifinalidad (todos los miembros del sistema tienen un objetivo en común en el ámbito del sistema).

-Teleología (el sistema está “vivo” y siempre intenta seguir vivo [morfostasis] e intentar crecer [morfogénesis]).

Al entender a la familia como un “ente vivo” en sí mismo, existe un “ciclo vital” familiar. Es importante tener en cuenta esto, pues las características familiares se transmiten de generación en generación.

Las fases vitales de la familia pueden dividirse en tres periodos. En el primer periodo, que ocurre en el momento en que una pareja comienza a vivir su vida independientemente, se establecen los límites exteriores e interiores. Es decir, elementos como “el domingo comemos en casa en vez de ir a casa de tu madre”, “yo me encargo de cocinar cuando no trabaje”, “tus padres no pueden venir a casa cuando les dé la gana”, etc. Establecer los límites puede generar algo de conflicto, pero una vez establecidos esos límites se puede considerar a la familia “definida”. En el caso de un miembro ocn un problema de adicción, los límites son difíciles o incluso imposibles de establecer y la familia “enferma”.

En el segundo periodo, denominado consolidación ordenada, se crean unas normas de convivencia, una organización y el surgimiento de rutinas establecidas. Esto determina cosas como quién lava los platos y cuándo, hasta qué se va a hacer en navidad con los niños. Es el momento en que la familia se estructura realmente como tal, creándose una pequeña sociedad.

El tercer periodo es el de aclaración y legado. La familia crea una identidad propia, con unos valores y tradiciones que se intentan transmitir. Sin embargo, cuando los hijos crean una nueva familia, no se pueden mantener todas las tradiciones porque la pareja vendrá con sus propias tradiciones, de ahí que de “la mezcla” de los dos, cada familia cree tradiciones nuevas o modificadas de las antiguas.

Al entender a la familia como un sistema único, se entiende, según Sainz, que en el caso de un miembro enfermo, toda la familia debe reajustarse, ya que los roles y rutinas pueden haber cambiado. En el caso de un miembro con adicción es común una falta de atención en los hijos, especialmente si el adicto es uno de los progenitores. Esto se debe a que el progenitor sano debe atender prioritariamente al adicto. Así, los hijos se “crían solos” y pueden aprender comportamientos y actitudes inapropiadas (aunque no siempre). En ocasiones, incluso se dan roles indebidos a los hijos (cuidado del padre enfermo, traer dinero a casa porque el progenitor sano no puede, etc) que puede afectar tanto al crecimiento sano del individuo y el de la familia. Estos roles indebidos hacen que la familia caiga en la homeostasis o falta de crecimiento. Es decir, que la familia se estanca y no se desarrolla adecuadamente, lo que puede llevar a su “muerte”.

Según Sainz, en una familia sana los progenitores siempre cuidan de los hijos y no al revés, aunque haya ocasiones excepcionales (padres enfermos), pero estas ocasiones, como su nombre indica, deben ser excepcionales y no norma. Al volver a la normalidad, cada miembro familiar debe volver a su rol habitual. De ahí que el tratamiento sistémico busque acercar a cada miemro de la familia afectada un rol determinado y adecuado, y hacer que ese rol se cumpla.

El tratamiento sistémico itenta establecer una comunicación con la familia a la vez que se realizan tratamientos individuales con todos los miembros (especialmente el adicto). En este tratamiento es muy importante enseñar a cada miembro de la familia a posicionarse. Básicamente esto es quedarse en un rol y aprender a no desviarse de su función en la familia. Sin embargo, esto no significa que haya que volverse hostil con el adicto u otro miembro de la familia. Es básico la comprensión entre los miembros, aprender por qué cada uno hace las cosas que hace. Según Sain, “la familia es siempre parte de la solución, no del problema”.

Sexta ponencia “Intervención con familias”

El sábado 5 por la mañana, las jornadas continuaron con la sexta ponencia, titulada “Intervención con familias”, presentada por Lidia Fortes Jiménez, terapeuta ocupacional, coordinadores terapeuta residencial y miembro de Proyecto Hombre, además de profesora en la UMH.

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Lidia Fortes en su intervención, a la izquierda y David Bisetto a la derecha.

Gran parte de la terapia que utiliza Fortes se basa en la teoría de sistemas ecológicos de Bronfenbrenner, según la cual, dependiendo del microsistema, un niño se desarrollará de una forma u otra. Todo genera cambios en el ambiente de una persona, así pues debe intervenirse a todos los niveles y con todos los tratamientos posibles.

En base a eso, cada individuo es distinto y se debe valorar antes de inicar el tratamiento qué clase de tratamiento le damos a cada persona y qué le pedimos, pues cada persona es capaz de cosas disferentes. Las variables son extensísimas y hay que tenerlas en cuenta en lo posible o el tratamiento puede fallar por un detalle en el cual el terapeuta no se fijó. Solamente cuando hemos “localizado” el individuo a todos los niveles se puede comenzar la intervención.

Esto hace, precisamente, que el trabajo en familia sea crítico para tratar un caso de adicciónes, ya que la familia aporta datos y apoyo que de otra manera no se podría tener, aunque en ocasiones, generalmente por un exceso de conflict, la aparición de la familia es inviable.

El trato con la familia es crítico también debido a que en muchas ocasiones, aunque se deje de consumir, encontrarse en un ambiente desfavorable puede evitar la recuperación, especialmente en una familia con roles patológicos. Los roles patológicos más habituales suelen ser el padre actuando de “policía” y la pareja actuando de “madre”. Así, reestablecer y sanar todas las dimensiones afectadas del núcleo familiar es la base por la que se comienza la rehabilitación del adicto.

En todo caso, tratar a la familia puede ser muy complicado. El nivel de ansiedad en el núcleo familiar es muy elevado, con lo cual no es extraño que no quieran colaborar. La familia, de hecho, aunque puede ayudar en la intervención, también pueden dificultarle, especialmente en el caso de padres con poca fuerza de voluntad o que tengan un rol inadecuado del que no quieran salir. En algunos casos, el consumidor llega a tratamiento sin apoyo familiar, ya que ha sido expulsado de la misma. Sin embargo, la familia del adicto sigue existiendo y hay que intentar ponerse en contacto con ella para intentar el tratamiento, que debe ser tanto familiar como individual.

Según el sistema ecológico de Bronfenbrenner, el consumo es la manifestación de un síntoma producido en la niñez y adolescencia en muchos casos, ya que aunque la experimentación con drogas es normal a ciertas edades, no es normal el consumo abusivo. La familia, de hecho, puede ser un factor de protección contra el consumo o un factor de riesgo. De hecho, existen varios elementos que convierten a una familia en un factor de riesgo para el consumo:

-Desestructuración familiar.

-Clima afectivo inadecuado.

-Aislamiento social de la familia.

-Aumento de estrés familiar.

-Actitudes y costumbres familiares que favorecen el consumo.

-Expectativas poco realistas de desarrollo.

-Estilo educativo familiar inadecuado.

-Baja cohesión familiar.

Sin embargo, también existen factores familiares que generan una protección contra la adicción, como por ejemplo:

-Apego familiar.

-Clima afectivo positivo.

-Nivel de comunicacion fluido.

-Actitues positivas hacia la salud.

-Estilo educativo familiar adecuado.

-Conocimiento de las capacidades y necesidades de los hijos.

Entre las actitudes de riesgo encontramos algunas muy sutiles, que pueden empeorar la enfermedad del adicto, incluso aunque a la propia familia le parezcan positivas. Algunas de las más comunes, según Fortes, son las que justifican actitudes. Una de las frases que más escucha es “para que se vaya a meter algo fuera, mejor que lo haga en casa, que así sé lo que se mete”.

Proyecto Hombre dispone de dos programas de tratamiento familiar en casos de adicción: el proyecto Áncora y el proyecto Remo. Ambos buscan solucionar los problemas de adicción mediante un tratamiento que aplique sistemas conductuales, cognitivos y afectivos.

Para ser más concretos, Áncora (en la sede de Alicante) es un programa que busca el trabajo directo con la familia en la adicción. El objetivo es reeestructurar desde el núcleo familiar lo que se ha deshecho. Sin embargo, en el programa Áncora solo pueden participar adultos.

El programa Remo (en la sede de Elche) precisamente está diseñado para atender a adolescentes y a sus padres o tutores legales.

En ambos programas, uno de los elementos básicos es descubrir hasta dónde quiere la familia implicarse y actuar en consecuencia. Forzar a la familia en determinados momentos puede ser contraproducente. Hay que dejarles ver cómo el tratamiento funciona poco a poco con el adicto. Para ello, en los programas Áncora y Remo se comienza enseñando a la familia cuáles son los conceptos reales de adicción y las formas de intervención que se hacen al adicto. En definitiva, se trata de enseñar a la familia qué se va a hacer y por qué, lo que aumenta la confianza y la posibilidad de que quieran colaborar. Una vez ha concluido esta fase, se procede a enseñar a la familia la forma de evolucionar correctamente y las estrategias que deben conocer para afrontar los problemas que va a ir causando el adicto. Cosas como enseñar que el adicto se va a equivocar en muchas ocasiones y que deben tener paciencia, pero también las familias. Por último, es importante para el terapeuta que tiene que adaptarse al ritmo de cada familia, pues cada una lleva su ritmo y sus problemas propios.

Séptima ponencia “Programa CRAFT”

Seguidamente comenzó la séptima ponencia a cargo del Dr. David Bisetto Pons, llamada “Programa CRAFT“, en la que comenta los resultados de sus investigaciones aplicando el programa denominado asímismo CRAFT.

En primer lugar, el ponente llamó la atención sobre el consumo de drogas en nuestro país. Aunque las drogas clásicas (tabaco y alcohol) seguían siendo más altas, las últimas estadísticas dan un grado cdad vez mayor de consumo a los hiposedantes. La razón, según el Dr. Bisetto, es el cada vez mayor exceso de medicación en las consultas psicológicas y psiquiátricas. En sus palabras, “en el Reino Unido, cuando hay algún problema, primero te envían a tratamiento y si hay algún problema te median. En España es cada vez más habitual tirar de medicamentos al menos problema”. Si las estadísticas de consumo de hiposedantes sigue aumentando, probablemente habrá un problema de adicción a esas sustancias pronto.

Llama la atención, por otro lado, que según las estadísticas el 83% de los consumidores de cannabis y el 85% de los de cocaína son hombres (de la que Bisetto destaca que produce una gran cantidad de conductas violentas que el público en general desconoce) y que el tiempo que pasa desde que consumen por primera vez hasta que comienzan el primer tratamiento es un mínimo de diez años. Esto implica que están durante años bajo los efectos nocivos de las drogas y que cuanto más tiempo pasen si ntratamiento, las secuelas físicas y psicológicas serán mayores y más difíciles de solucionar, si es posible solucionarlas. El Dr. Bisetto aquí hace una llamada a la prevención y a que se anime a las familias a introducir a sus miembros en tratamiento cuanto antes ya que, en sus palabras, “si se trata cuando sólo ha estado consumiendo un año, las secuelas físicas serán mucho menores”.

Sin embargo, conseguir esto es complicado, ya que según Prochoska y DiClement, en un estudio de 1983 que creó su teoría de la motivación, descubrieron que el 95% de los adictos no reconocían tener ningún problema, el 3% creen que necesitan ayuda y el 2% saben que están enfermos y necesitan ayuda.

El Dr. Bisetto destacaba, además, que los servicios educativos sólo se implicaban en la detección y denuncia de casos en un 2% de los casos en jóvenes en colegios, elemto que debería aumentarse, pues se sabe que es en la edad en la que los niños entran en los colegios de secundaria donde comienza el consumo en la gran mayoría de casos. Según el Dr. Bisetto, el abordaje del problema de las drogas debe tratarse de forma individual, familiar (importante tras el primer contacto) y social (mediante campañas de prevención y sensibilización).

El tratamiento a la familia es importantísimo, ya que se ha calculado que hasta 25 personas conocidas del adicto pueden verse afectadas en mayor o menor medida por las comportamientos del mismo. Además, el tratamiento a la familia puede tener un efecto muy positivo en el tratamiento el propio adicto, pues la influencia familiar es crucial. La familia puede desde motivar a los consumidores a dejar la droga o a inicar un tratamiento, puede evitar recaídas o alejar de malas amistades al consumidr, pero también puede empeorar la situación si no saben cómo actuar correctamente.

El CRAFT, el programa por el que aboga el Dr. Bisetto, está basado en el sistema “Community Reforcement Aproach” (CRA), mediante sistemas conductuales. Su premisa es muy sencilla: se refuerzan las conductas positivas y no se refuerzan las conductas negativas. Para ello, el refuerzo de las conductas positivas lo realiza el porpio paciente y su comunidad mediante acciones concretas y objetivos marcados. Es decir, el adicto dbe marcarse una serie de objetivos y trabajr por cumplirlos con la ayuda de su familia.

El uso del CRAFT comenzó como experimento para reforzar la pauta adecuada de medicación en pacientes psiquiátricos, pero se ha mostrado efectivo en otras áreas de la psicología.

Los puntos del programa CRAFT aplicados a la familia son los siguientes:

-Análisis de cómo y por qué consume nuestro familiar y cómo intervenir.

-Prevención de la violencia doméstica filoparental.

-Entrenamiento en las habilidades de comunicación.

-Entrenamiento del uso del refuerzo positivo.

-Enseñar a familiares a mostrar disconformidad con el consumo y crear un sistema de retirada de privilegios (importante que este punto no aparezca hasta la octava sesión para poder enseñar la manera menos conflictiva de comunicárselo al adicto). Algunos ejemplos son: retirada del coche hasta que se cumplan dos semanas sin consumir, retirada del dinero hasta que lleve un mes sin ocnsumir etc.

-Enseñar a aumentar la calidad de vida de la familia en otros aspectos para mejorar la comunidad familiar. Según el Dr. Bisetto, un familiar no puede cuidar de un enfermo de adicción si el familiar tampoco está sano.

En el estudio del Dr. Bisetto, introducir el CRAFT en los tratamientos a adictos en España ha incrementado notablemente el aguante y felicidad de la familia en muchos aspectos y, lo que es más importante, ha animado a iniciar tratamientos individuales al 60% de los adictos implicados en el programa.

El Dr. Bisetto además ha proporcionado acceso al material utilizado en su intervención, que puede ser consultado aquí.

Testimonios

Como todos los años, las jornadas han acabado con los testimonios de los miembros de APAEX. Como este año el tema era la familia, en lugar de que los usuarios de la asociación contaran sus historias, hemos invitado a familiares para que cuentan sus experiencias.

La primera de ellas fue Paqui Coves, la esposa del actual presidente de APAEX Elche, Manuel Agulló y toda una veterana en la asociación.

“Cuesta contar lo que hemos pasado en casa”, comenzaba Paqui. Ella recordaba cómo venía a casa borracho todos días y ella discutía incesantemente con él a todas horas por ello. “Lo machacaba a todas horas”, cuenta Paqui, “pero él no era consciente de su problema, decía que estaba loca y que no pasaba nada”. Según Paqui, su marido nunca fue agresivo con ella, ni siquiera le levantó la voz, pero vivir con él era insoportable. La convivencia no era la adecuada. “Llegué a odiar el lecho conyugal”, decía.

Paqui recuerda el momento en que fue claro para todos que su marido tenía un problema. “Por un tratamiento médico en que no podía beber, apareció el síndrome de abstinencia. Temblaba todo”.

Un día, Paqui, harta, le hizo elegir: “Si no haces algo, te pongo de patitas en la calle”. El shock le hizo ponerse nervioso, algo se le “disparó” en la cabeza y ese día tuvo una especie de ataque y acabó en el hospital. En el hospital Manuel dijo, delante de todos, “si me dan un cubata esto se me pasa”. Eso le hizo ser consciente, según Paqui, y le convenció para tomar un tratamiento.

Tras el tratamiento, acudió a APAEX y desde entonces no ha vuelto a recaer. Según Paqui, todo ha merecido la pena a vista del resultado. Hoy día Manuel es presidente de la asociación que le ayudó a salir de la adicción y tiene una vida completa y normal. Pero, como incide Paqui, “la decisión fue suya, yo sólo le ayudé a dar el paso”.

El segundo de los testimonios fue Miriam, hija de Antonio, otro de los usuarios de APAEX. Según ella, su experiencia no fue tan traumática.

“Empezó como algo rutinario”, cuenta Miriam “y va aumentando sin que te des cuenta”. Tomar la decisión obligado por las circunstancias suele ser algo común en todos los enfermos de adicción, ya que Miriam dice que “mi madre tambien le hizo coger su maleta”.

Miriam dice que pese a que era su padre, no sentían ganas de estar con él. “Cuando llegaba mi padre de trabajar, borracho, no queríamos estar con él, ¿para qué?”.

Un día, sin embargo, algo cambió en él. “Una luz se le encendió y comprendió el daño que hacía a su familia”, según Miriam, y comenzó su tratamiento y, desde entonces ha conseguido salir del pozo.

Antonio, que estaba presente e intervino, añadió varias cosas a las palabras de su hija: “Comencé a beber cuando empecé a ser independiente económicamente, con doce años”. Cuanta que “beber era algo que hacían los mayores, así que bebíamos”.

Sobre su familia comentó que “se había perdido la infancia de sus hijas” y que lo único que hacía bebiendo era “destrozarme y destrozar a mi familia”. Aún recuerda, dice, cómo su madre hacía a sus hijas acostarse temprano para que no vieran volver a su padre en el estado en que volvía. “Su madre se enfrentaba sola al monstruo”, dice Antonio.

En cierta manera, según Antonio, es la propia cobardía del alcohólico la que le hace decidirse por dejarlo. El miedo a perderlo todo ayuda a tomar la decisión. Aún así, él entiende que la batalla por el alcohol nunca se gana del todo. “Podría decir que estoy curado, pero sería un insensato de pensar así”, afirma. “Al alcohol no se le puede ganar la batalla, basta que lo crear para volver a caer en sus garras. Cuando se deja debe ser para siempre”.

Antonio tuvo unas palabras de agradecimiento para APAEX que, según él, “es una gran familia”.

Tras los testimonios, se entregó la insignia de oro de la asociación a Antonio Gomes por su trayectoria en APAEX.

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